miércoles, 21 de abril de 2021

Recuerdos de Bustarviejo, el “Tío Carabinas” y su casa sobre una llambria.

Hace tiempo que no escribíamos en el blog, y la verdad, es que teníamos una deuda pendiente con la población madrileña de Bustarviejo, donde la parte masculina del tándem que formamos este blog, paso algunos veranos de niño. Por eso hemos decidido retomar el blog con esta historia de recuerdos, sobre este pueblo de la Sierra de Guadarrama.

Bustarviejo Sierra de Guadarrama

Para mí, hablar de Bustarviejo, es recordar mi niñez de un niño de barrio, en el que, en ese tiempo, aún quedaban casas bajas con jardín y con pozo; casas con árboles frutales y emparrados; una calle aún sin aceras, con la calzada empedrada; pero, sobre todo, en casa de mis abuelos una gran morera, donde me construyeron el columpio. Yo era un niño de Madrid, pero, aun así, el irme al terminar las clases en el verano del año 1964, a pasar las vacaciones a esta población serrana, supuso para mi una verdadera aventura, y otra forma de vivir muy distinta.


En Madrid, vivía con mis padres y hermana en un piso, y en piso de abajo, vivían Juana y Manolo, junto con sus hijos y el abuelo -padre de Manolo. Gracias a esta vecindad, y amistad con mis padres, le alquilaron la casa en Bustarviejo, donde yo descubrí esa manera de vivir tan distinta para mí.

Bustarviejo

EL TIO CARABINAS

Como os he dicho, el padre de Manolo, vivía con ellos, y su mote era: “El Tío Carabinas”. Seguro que me contaron en su día los motivos por los que recibía ese mote, pero ya no los recuerdo. Lo que sí que recuerdo, es que era muy mayor, y Juana (su nuera), sacaba una silla de madera y asiento de enea, que situaba en la cara sur del edificio, al resguardo del viento, y de que le pudiéramos dar con la pelota, en aquel patio de baldosa de cemento. 

Siempre, me llamó la atención su forma de vestir: iba todo vestido de negro, salvo la camisa blaca. Le recuerdo con una especie de alpargatas, unos pantalones, su camisa, una especie de refajo, su chaleco, chaqueta y un sombrero redondo que nunca se quitaba. Con cara pálida, enjuta y en una de sus manos finas, blancas y envejecidas, sujetaba una vara de fresno, con la que golpeaba de vez en cuando conta la parte baja de la silla. 

El grupo de niños que jugábamos en el gran patio, siempre teníamos mucho cuidado de respetar y no dar con la pelota al “Tío Carabinas”. El nos miraba siempre atento y de vez en cuando le vimos sonreír. También, recuerdo que siempre en los bolsillos de aquella chaqueta negra, llevaba galletas, que nos daba con mucho cariño. Mis padres, le apreciaban, y siempre nos pedían que tuviéramos mucho cuidado con él. Luego, con el tiempo, me enteré que el traje que vestía era el típico serrano de su pueblo, su traje de gala.

Bustarviejo entrada al pueblo

LA CASA DEL TIO CARABINA

Además del piso de mis padres, conocía muy bien la casa de mis abuelos en Madrid, una casa de esas que ahora llamamos unifamiliares, y que por aquel entonces llamaban: “hotelitos”. La había adquirido mi bisabuelo, que vivía en la calle Espartinas, donde, además, mi bisabuela tenía una lechería. Esta casa, la utilizaban para pasar los fines de semana, y luego, fue vivienda de toda su familia, donde estuvo ese columpio que os contaba. También, conocía los pisos de mis amigos, otros “hotelitos”, las casas bajas sin jardín, los patios de comunidad, pero ninguna se parecía a la casa del “Tío Carabinas”.

Esa casa, estaba muy bien situada entre la Plaza del Cerrillo, y El Corralón (hoy calle de las huertas), haciendo un poco más estrecho el paso a este gran patio que era El Corralón, donde vivían mis dos amigos, ambos, llamados Miguel.

También estaba casi a mitad de camino entre la fuente de “agua gorda” y pilón de la plaza, y la fuente pequeña al estilo de las de Madrid, que se encontraba en la esquina, junto al “Bar Flores”.

De esa casa, recuerdo que tenía una alta tapia de mampostería de granito, y un portón de madera que daba acceso a una especie de patio, donde crecía la hierba. Frente a este portón, otra puerta de madera, que daba acceso a lo que habían sido las cuadras.

A la derecha, según se pasaba la puerta del patio, se encontraba la vivienda, a la que se accedía a través de una gran puerta de madera de doble hoja horizontal, que casi siempre tenía abierta la zona superior, para así facilita la entrada de luz y aire a la casa.

Aunque, lo más impresionante de esta casa, es que estaba construida sobre una llambria de granito, o roca lisa inclinada, que hacía las veces de salón y distribuidor de la vivienda. Siempre me llamó la atención este salón inclinado, donde los pocos muebles existentes, tenían su único sitio, ya que las patas estaban cortadas según la inclinación de la placa en el lugar que ocupaban.

A ambas partes de este salón-distribuidor, creo recordar que una puerta a cada lado de la entrada, donde se accedía a una habitación, esta ya, con el suelo horizontal de baldosas, que posiblemente hubiera sido tallado sobre el granito para conseguir la horizontalidad.

Mi memoria ya no recuerda, si de esas habitaciones se pasaba a las otras contiguas, también horizontales, pero a un nivel más elevado, o si tenían puerta de acceso directo desde el salón distribuidor. Aunque, creo que se pasaba de una a otra por una puerta y escalón.

Lo que si que recuerdo, es que la última puerta de la izquierda, era la cocina, con una gran chimenea a su izquierda, y muy oscura.

Frente a la cocina, había una especie de cuarto estrecho, como si fuera una despensa, donde guardar productos. Entre esta puerta de la despensa, y la de la cocina, existía otra puerta, que daba acceso a una especie de bodega-trastero, donde recuerdo había aperos de labranza, cascabeles de mulas, cencerros, trébedes, viejas sartenes, calientacamas… Pero, aquí no me dejaban pasar, aunque me hubiera encantado perderme en su interior, como hacía en la buhardilla de casa de mi bisabuelo.

En los muros exteriores de esa casa, fue donde por primera vez vi luciérnagas, y me llamaron mucho la atención, por esa luz que emitían, su vuelo, así como, la cantidad de ellas que había.

Al cabo de los años, me enteré que la casa había sido derruida al construir los pisos donde instalaron eo banco Caja Madrid, y que dan hacia lo que era la carretera de Miraflores. De verdad, creo, que hubiera sido bueno haber mantenido una casa tan antigua, tan distinta, y tan serrana como esta.

Bustarviejo vista parcial

RECUERDOS Y VIVENCIAS

Esos recuerdos de niñez vividos a partir de los 6 años, y hasta los 9 o 10, siempre han sido muy buenos, ya que, pasaba una buena temporada del verano en aquella casa oscura, sombría, y a la vez tan especial para mí.

Como especial era mi amistad con Miguel, ese muchacho de pelo algo rubio y rizado, que vivía en el Corralón, ya que junto con el y su padre, iba montado a caballo, al que me tenía que subir desde una piedra existente unas calles más abajo. Ya subido en el caballo, íbamos junto a su padre, hasta su huerto de patatas pasada la "Fuente del Collado". En ese huerto, fue donde descubrí lo que eran los escarabajos de la patata. También íbamos llevando las vacas a pastar, o en ese carro de bueyes que tenían. Nunca he olvidado, como en el corral donde guardaban las vacas, presencié por primera vez el nacimiento de un ternero. O como corrimos un día tras un cerdo que se escapó por el costado de El Corralón hacia el campo.

Años después de dejar de ir de vacaciones a Bustarviejo, supe que, a Miguel, un caballo le había pegado una coz, y le había roto el paladar, pero que consiguieron operarle, y que continuara con su vida. 

Luego, estaba mi otro amigo, también llamado Miguel, y que era vecino del anterior, un chico de pelo moreno oscuro, que vivía en la casa que aún perdura en la esquina con la calle de las Huertas.

No recuerdo, con quien de ellos iba a la era, donde disfruté mucho montando en el trillo, tirado por mulos, ya que, para mí, era como montar en una carroza que se deslizaba sobre la paja, girando y girando velozmente.

Los tres no llevábamos muy bien, pasábamos mucho tiempo jugando juntos, viendo los renacuajos en el pilón de la fuente de la plaza, o en la otra fuente cerca de la lechera, sentados sobre las piedras a la sombra de la gran olma, intentando coger higos, o acercándonos a las charcas.

Aún recuerdo, que en esa época iba con pantalones cortos, y me monté en un caballo sin silla, y como con las crines, me salieron grandes granos en las piernas, así como que me caí sobre un campo de ortigas.

Muy cerca, de la casa, estaba un comercio donde vendían las bombonas de camping gas, y también el "Bar La Estrella", esquina con la calle Real, donde mi padre y mi abuelo, paraban cuando iban los fines de semana a vernos. O el recuerdo, de como la señora de ese bar, un día me permitió que subiera con ella a la torre de la iglesia, a disfrutar de la vista que había desde esa altura.

Bustarviejo calle Real

Recuerdo el “Bar Flores”, donde también paraba mi padre, y lo simpático que siempre fue conmigo ese señor. Y recuerdo otros establecimientos, como: la “Carnicería de Baonza”; la tienda de “El Arca de Noe”; la “Tahona”, donde además de comprar el pan, mi madre llevaba a asar el cordero; la tienda “Spar” a la que acompañaba a mi madre a comprar cosas; o de los camiones que venían un día a la semana cargados de productos, como si fuera una tienda móvil…

Bustarviejo autocar de línea años 60

Un lugar muy especial para mí, y del que guardo muy gratos recuerdos, era el “cine de la iglesia”, ya que me hizo aficionarme mucho a ver películas. También el bar que tenía, donde parte de la iluminación sobre la barra, eran botellas de cristal de distintas marcas y colores, a las que les habían cortado la base, y colocado una bombilla. Algunas de estas botellas, se las había llevado mi padre.

Otro de esos lugares inolvidables, fue el Pico Mondalindo (1831 m) que fue el primer pico que ascendí, y donde, el “Sr. Manzano” construyo una presa donde nos íbamos a bañar. Mi padre, se llevaba muy bien con este señor, que tenía un chalet en la carretera de Miraflores. En la siguiente foto, se ve el Pico Mondalindo detrás de "El Calvario"

Bustarviejo El Calvario y pico Mondalindo

De esos tiempos, tengo muchos más recuerdos, como cuando mi hermana comenzó a andar, desde las rejas de la Ermita de la Soledad, hasta la cruz. Luego, fuera de allí, no era capaz de dar un paso. 

Bustarviejo ermita de Ntra. Sra. de la Soledad

O cuando mi madre, perdió en una era cerca de la carretera hacia la estación, una pulsera engarzada con monsdas de cuarto de Dólar todo de plata,  y el pregonero se paseo, tocando su "corneta" por todo el pueblo diciendo: “Se hace saber, que a Pepita la Madrileña”, se le ha perdido…”. O de esa plaza de toros de roca granítica en la que tanto jugué.

Un lugar especial, era el caminar hasta la “Fuente del Collado”, su forma, sus caños siempre con agua fresca, y como nos sentarnos en aquellos bancos de piedra, para tomar la merienda en la mesa también de granito, mientras respirabamos el aire fresco, ese aire que venía por el valle. Un lugar, donde el cartero construyó una especie de chiringuito, que luego, se convirtió en un restaurante.

Bustarviejo Fuente del Collado

Esos veranos, de aquellos años, de esa vida tan distinta para ese niño de ciudad que yo era, y que aprendió mucho de estos días en este pueblo serrano, vividos con naturalidad y amistad. Con el paso de los años, he reflexionado sobre esas vivencias, y todo lo que influyeron en mi manera de enfrentarme a la vida, a valorar las cosas, a disfrutar en la naturaleza, y muchas más cosas. 

Mi abuelo, me contó ya entonces que tanto el viaducto, como los túneles de la vía férrea Madrid-Burgos, lo habían sido construidos por presos políticos republicanos condenados a trabajos forzados. El había estado en la Guerra Civil, y además, sabía bastante de trenes, ya que trabajaba en una empresa que fabricaba vagones, algunos de los cuales seguro circularon por estas vías.

Viaducto de tren Madrid-Burgos en Bustarviejo

CAMINOTAS

Las fotografías que he empleado son de tarjetas postales de esos años 60 del siglo XX, y que fueron realizados por Laboratorios fotográficos “Alberto”, de Madrid, que creo ya no existen. Salvo la del Fuente del Collado y esta que me las hizo la otra parte del tándem que formamos este blog: Ana.

Gracias Bustarviejo

Gracias a todas las personas que me aportaron sus conocimientos, su cercanía, su amistad, haciéndome ser feliz en esas vacaciones de pueblo, donde aprendí a valorar muchas cosas, a muchas personas, y que me marcaron el camino a seguir en muchos momentos de mi vida.

Víctor

Esta crónica del recuerdo, así como de otros lugares, siempre las encontraréis (según vamos actualizando), en: Carta Turística: Viajes, escapadas, senderismo, actividades, experiencias, naturaleza, lugares, rincones, ciudades, pueblos… Publicadas en blog.

#Escribimoslovivido 

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